lunes, 18 de marzo de 2024

Robert Schumann: Der Nussbaum (El nogal), Subtitulado. Barbara Bonney, Malcolm Martineau.


 No es raro que los poemas que sirven de punto de partida a los Lieder tengan una calidad literaria bastante mediocre, que suele quedar disimulada en el resultado final. Ese es el caso de “El nogal”, de Julius Mosen: leído en un libro nos parecería almibarado y trivial; entonado por la voz y el piano, es otra cosa; nos sentimos atraídos poco a poco por lo que se nos canta y cuenta y acabamos olvidándonos de la abundancia de adjetivos redundantes y melosos. Como tantas veces, la alquimia entre música y texto produce una profunda metamorfosis: las palabras y los sonidos, al confluir, se transforman y adquieren dimensiones y significados nuevos. Conviene recordar que Robert Schumann tenía una formación literaria muy sólida, fue un notable periodista y crítico musical, leyó con avidez a los poetas de su tiempo y, en el año de su anhelado matrimonio con Clara Wieck, 1840, compuso en torno a 138 Lieder inspirados en obras de autores tan destacados como Rückert, Eichendorf o Heine. No le faltaba, por tanto, un criterio maduro en ese campo. Podemos suponer que lo que le interesó de los versos de su amigo Mosen estaba estrechamente relacionado con sus circunstancias personales: “Der Nussbaum” forma parte de un cuaderno de Lieder, los Myrthen op.25, que le ofreció a su prometida, Clara, como regalo de bodas en la víspera de la ceremonia, para la que había tenido que aguardar muchos años por la inflexible oposición de su futuro suegro. Parece inevitable que pensemos en ese tortuoso noviazgo cuando escuchamos la segunda parte del poema, en la que el nogal se convierte en transmisor de unos susurros alusivos a una muchacha "que piensa mucho y ni siquiera sabe en qué", y que, llena de incertidumbre, alcanza a escuchar esos susurros que hablan de un novio y del año que viene. Cómo no deducir que el compositor está pensando en Clara cuando envuelve los versos en los que la muchacha se entrega anhelante al sueño con unos arpegios pianísticos que suenan como una amorosa canción de cuna. Traducción del poema: Mateo Jarnés.

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