miércoles, 13 de septiembre de 2023

Richard Strauss: Beim schlafengehen (4 letzte Lieder) con subtítulos.


RICHARD STRAUSS: Beim Schlafengehen (a la hora de dormir), nº 3 de los “Vier letzte Lieder” (Cuatro últimas canciones). Poema de HERMANN HESSE. Soprano: Hibla Gerzmava. Director: Alexander Lazarev. Traducción de Reingard Schwarz. La hora del sueño de la que habla este poema no es otra que la de la muerte, aceptada con una actitud de confianza tranquila en el más allá. Es la interpretación que suele dársele al conjunto de las “Cuatro últimas Canciones” (Vier letzte Lieder), un sentido que también se percibe claramente en el Lied que precede a éste, “September”, y en el que lo sigue, “Im Abendrot”. Strauss compuso estas “Cuatro últimas canciones” en 1948 y falleció al año siguiente, lo que permite considerarlas una especie de testamento espiritual, no sólo por el halo de serenidad luminosa que irradia todo el conjunto, sino también por la presencia de tres elementos que marcaron su larga trayectoria artística: la voz de soprano (que era el registro vocal de su mujer, la cantante Pauline de Ahna), la orquesta sinfónica (Strauss era un extraordinario orquestador, y el género en el que más destacó, junto con la Ópera y el Lied, fue el Poema Sinfónico) y la trompa, que tiene un papel fundamental en estas canciones y que era el instrumento que tocaba profesionalmente su padre, por lo que el compositor, además de dedicarle expresamente dos conciertos (los op. 11 y 132), le otorgó intervenciones destacadas en muchas de sus obras. Al final de la segunda estrofa, una vez expresado, entre los evocadores sones de las trompas, el deseo de sumergirse en el sueño, la voz deja paso a un sublime solo de violín (minuto 1’32) que nos conduce a los versos culminantes, “und die Seele unbewacht will in freien Flügeln schweben”: el alma flota en vuelo libre, igual que la voz se eleva sobre todo el conjunto con un efecto arrebatador. Es paradójico que uno de los compositores más vanguardistas de los comienzos del S. XX, que sacudió el panorama musical de esa época con sus óperas “Salomé” y “Elektra”, se refugiara posteriormente en una escritura mucho más conservadora y nos regalara como testamento, en una época en la que la tonalidad y la melodía en su sentido tradicional se daban por agotadas, la impresionante belleza clásica de este ciclo, que muy bien podría haberse compuesto cinco décadas antes. Uno puede interpretarlo como un nostálgico adiós a un mundo extinguido, pero también puede relacionarlo con una certera reflexión de Verdi: “Tornate all’antico e sará un progresso”; con “retornos al pasado” como este, de ningún modo cabe hablar de anacronismo estético.  

Añadimos aquí la extraordinaria interpretación de Jessye Norman,



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