Traducción del texto: Susana Weber Barón
“Y en ese instante cantó el gallo. Entonces Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo me negarás tres veces’. Y salió, y lloró amargamente.”
Son las palabras del Evangelista que preceden a este sublime acto de contrición, para el que es preferible no buscar adjetivos.
Aunque el personaje de Pedro ha sido interpretado en las escenas anteriores por un miembro masculino del coro, Bach determina que una contralto asuma su voz en esta súplica, trasladando así la culpa y la petición de perdón a todos los presentes: “Señor, ten piedad de mí”. Hasta 17 veces oímos el ruego: “Erbarme dich”.
La directora de orquesta Jane Glover, especialista en música barroca y clásica, que considera esta aria el punto culminante de toda la obra, la describe así: “todos lloramos con Pedro, y los motivos van más allá del maravilloso trazado de este dúo para voz solista y violín: esta belleza es suprema a muchos niveles, no sólo musical, no sólo dramático, sino también emocional y espiritual”.
Por su parte el director teatral Peter Sellars, que ha dirigido para la Filarmónica de Berlín una versión escenificada con Simon Rattle a la batuta (pero él puntualiza que no se trata de una versión teatral, sino de un ritual) explica que “La música de La Pasión no tiene melodías cortas, sino que estas se prolongan y serpentean porque las preguntas que plantea Bach no tienen respuestas fáciles; la melodía avanza más y más y en cada retorno varía porque se trata de una respuesta larga, complicada, comprometida, que requiere volver al inicio: una música de búsqueda, de exploración, de no quedarse satisfecho, de ir más allá. Bach es más un compositor de la duda que de la afirmación, y su música es más intensa cuando describe la lucha, el conflicto interior, el desgarro íntimo.”
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