Micaela se ha internado en los parajes agrestes de la serranía andaluza para llevarle a Don José noticias importantes sobre su madre, aunque sabe que este, siguiendo a Carmen y a su grupo de amigos contrabandistas, ha roto con el ejército, con su pasado y con los principios morales que regían su vida. Sobrecogida por lo solitario del lugar, en plena noche, intenta darse ánimos invocando la ayuda del Señor. Micaela es en todos los aspectos la contrafigura de Carmen; simboliza el orden, la familia y el amor casto, la novia ideal que la madre de D. José tenía reservada para su hijo. Por eso resulta tan marcada su vulnerabilidad en el escenario hostil de la serranía (un entorno natural para la gitana), donde se siente completamente perdida, sola y asustada. Su estado de ánimo, que oscila entre la autoafirmación y la zozobra, está maravillosamente expresado por los vaivenes de la voz y de la orquesta. Resultan particularmente seductoras las intervenciones de las trompas, con esas notas finales que parecen destilar pura melancolía. Pese a que se trata de una versión de concierto interpretada en un espacio de arquitectura muy moderna (la gran sala de la Elbphilarmonie de Hamburgo), el arte de Sabine Devieilhe consigue trasladarnos al paisaje inhóspito de la sierra, el territorio de los bandoleros, con esa conmovedora fragilidad con la que eleva sus ruegos finales. Una vez más se demuestra que cuando los cantantes son grandes intérpretes en el doble sentido del término (el de la excelencia musical y el de la capacidad de expresión dramática) no se echa en falta a los directores de escena. Traducción: Carmen Torreblanca y José Armenta